miércoles, 20 de octubre de 2010

El bautismo en el Espíritu Santo y el libro de Hechos

Por Edgar R. Lee

Equivocadamente la gente a menudo alega que los pentecostales basan su doctrina del bautismo en el Espíritu Santo en tres pasajes históricos del libro de Hechos. Para contrarrestar ese concepto errado, he señalado en artículos anteriores de esta serie que encontramos las raíces teológicas de esta doctrina tanto en el Antiguo Testamento como en los Evangelios.

Los textos principales, por su puesto que si son del libro de los Hechos, 1.en cuanto a relación de la historia de la formación de la iglesia primitiva, nos muestra como “la promesa del Padre” (Hechos 1:4, RVR) 2. fluyendo del antiguo testamento atravez de los evangelios encuentran cumplimiento en la enseñanza y experiencias de los primeros cristianos.

Aunque muchos cristianos aceptan el libro de Hechos como histórico, aun inspirado, no permiten que Hechos informe su doctrina y su vida espiritual. Afortunadamente, un rigoroso estudio de los escritos de Lucas, desde todos los puntos del espectro teológico, dramáticamente amplía nuestro aprecio por Lucas no sólo como historiador sino también como un teólogo que enfatiza las dimensiones carismáticas de la obra del Espíritu profetizada en el Antiguo Testamento.

En este artículo, interpreto a Lucas como teólogo carismático que demuestra que el bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia que infunde poder para facilitar el cumplimiento de la misión de la Iglesia.

El tema que afirma Lucas

En su introducción a Hechos, Lucas indica lo que él comprende del bautismo en el Espíritu Santo. Con unas escuetas líneas conecta a los Hechos con su Evangelio mediante las conversaciones de Jesús y los discípulos después de la resurrección.3 Específicamente recuerda las últimas instrucciones de Jesús: “[Jesús] les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” (Hechos 1:4; cf. Lucas 24:49). Luego sigue la razón de que Jesús dio ese mandato: “Porque Juan ciertamente bautizó [con] agua, mas vosotros seréis bautizados [con] el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5). Lucas, recordando más de las palabras de Jesús, describe lo que producirá el anticipado bautismo con el Espíritu: “Pero recibiréis poder (dynamis), cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8; cf. Lucas 24:49).

Lo que Lucas quiere enseñar a Teófilo (Hechos 1:1), y a todos los que más tarde leerán su libro, es que el bautismo del Espíritu Santo es un encuentro con el Espíritu de Dios que da poder a la naciente iglesia para el testimonio mundial de la salvación provista por el Cristo crucificado y resucitado. La intención de Lucas no es desarrollar una completa pneumatología que explore la más amplia función soteriológica del Espíritu.

El bautismo: Metáfora de una experiencia abrumadora

Lucas nos informa que Jesús, antes de su ascensión, recapituló la predicción de Juan el Bautista del bautismo con el Espíritu: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5). La profecía del Bautista es tan convincente que cada uno de los escritores de los Evangelios la colocan al principio de su obra (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33). Lucas también alude a ella al final de su Evangelio (24:49) y también al principio de Hechos. Cualquier promesa dada específicamente al principio de cada uno de los primeros cinco libros del Nuevo Testamento es muy importante y no se debe pasar por alto.

El lenguaje de bautismo es gráfico y dramático. El verbo griego baptizo, la forma usada a través del Nuevo Testamento, significa “meter [completamente, i.e. “sumergir”]” o “causar la muerte (como al ahogar a un hombre o hundir un barco)”. Deriva de bapto, que significa “meter”, “meter en tintura” o “teñir”, por tanto “inmersión”. Sea que se use literalmente o metafóricamente, el bautismo es una vívida imagen que describe una experiencia abrumadora.

Los eruditos piensan que Juan adoptó su práctica del bautismo de los ritos de iniciación que se requería de los prosélitos gentiles, en que se los sumergía en agua como parte de su purificación para el inicio en la fe judía. Aunque varios lavamientos caracterizaban la vida judía, se pensaba que los judíos mismos, como pueblo del pacto de Dios, no necesitaban ser bautizados. Así que el llamado de Juan el Bautista para que la gente se arrepintiera y mostrara su sinceridad por medio del bautismo en agua, como los gentiles prosélitos, era sin duda algo muy radical. No es sorprendente que esto repelara a la élite judía y que ellos rechazaran el mensaje del Bautista (Lucas 7:30).

Hay también una destacada comparación y un contraste entre el bautismo en agua de Juan y el bautismo en el Espíritu Santo que Jesús prometió. La comparación, que se vale de una analogía, es que así como el Bautista y sus discípulos sumergían en agua a los judíos que se arrepentían, el Mesías por venir sumergiría a sus seguidores en el Espíritu Santo. El contraste yace en esto, que aunque el bautismo en agua por cierto es una experiencia religiosa radical, el bautismo en el Espíritu Santo administrado por el Mesías es exponencialmente más poderoso y significativo. El relato de Lucas muestra cuán profunda y abrumadora es la experiencia del bautismo con el Espíritu.

El Pentecostés: Abrumado por el Espíritu de la Profecía

El cumplimiento inicial de la promesa de Jesús de bautizar con el Espíritu Santo ocurre el día de Pentecostés. Al describir el acontecimiento, Lucas cambia de metáforas: “Y fueron todos [los 120] llenos (pimplemi) del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). Así como la figura del bautismo, ser “lleno” enfatiza la iniciativa del divino Bautizador, pero también específicamente señala el impacto que produce en el receptor. Como resultado inmediato de ser “lleno” del Espíritu, los discípulos “comenzaron a hablar en otras lenguas (lalein heterais glossais), según el Espíritu les daba (apophthengomai) que hablasen” (Hechos 2:4).


Lucas además enfatizó e iluminó la efectiva obra del Espíritu mediante el uso del poco común verbo apophthengomai. Nunca debidamente traducido en versiones del español, y usado solamente tres veces en el Nuevo Testamento (Hechos 2:4,14; 26:25)4, este verbo específicamente indica que las “otras lenguas” de estos creyentes recién bautizado en el Espíritu eran inspiradas por el Espíritu Santo. Mientras que en el antiguo griego apophthengomai puede denotar el habla de una persona sabia, se usaba también específicamente para las palabras de “dador de oráculo, adivino, profeta, exorcista, y otras personas inspiradas”.5

Considerablemente, Lucas también emplea este poco común verbo para describir el impetuoso sermón de Pedro a los perplejos observadores. “Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló (apophthengomai)” (2:14). Así como el Espíritu capacitó a los 120 para que hablasen en otras lenguas, el Espíritu capacitó a Pedro para que hablara como profeta en su lengua madre. Citando el pasaje de Joel 2:28–32, Pedro hizo una admirable y astuta presentación teológica y evangelística de lo que Dios ha obrado por medio de Jesús de Nazaret, ahora innegable “Señor y Cristo” (Hechos 2:36). La explicación del acontecimiento de Pentecostés y su acompañante fenómeno es que el crucificado y exaltado Jesucristo ha recibido y está derramando el don del Espíritu Santo (2:33,38), y de esa manera señala la llegada de la era del nuevo pacto.

Pedro no sólo habla como profeta, sino que también enfatiza la profecía como señal de la venida del Espíritu. Habiendo recibido el Espíritu, cita a Joel, de que “vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” (Hechos 2:17). El texto hebreo de Joel usa “profetizarán” sólo una vez. Pero, para que sus oyentes no se confundan, Pedro añade un segundo “profetizarán” para completar su cita (v. 18). Obviamente, Lucas comprende que el hablar en otras lenguas en el Pentecostés es cierta forma de profecía.

El relato del Pentecostés, aceptado tal como está descrito, es acerca de la venida del Espíritu en poder profético para capacitar a los creyentes de modo que sean buenos testigos del nuevo pacto de salvación provisto mediante la fe en el Señor Jesucristo. Roger Stronstad lo expresa acertadamente: “El derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés inaugura nada menos que el pueblo de Dios como el ministerio profético de todos los creyentes.”6

Dado todo el contenido de la teología bíblica del canon del Nuevo Testamento, por supuesto suponemos que aquellos que recibieron el Espíritu se habían convertido por obra del Espíritu. Pero no es la regeneración por el Espíritu que Lucas quiere enfatizar, sino que el bautismo con el Espíritu o ser lleno del Espíritu en Hechos es para recibir poder profético.

Continuos bautismos con el Espíritu

Aunque aparentemente en Hechos hubo muchos bautismos con el Espíritu —por ejemplo “llenuras iniciales” del Espíritu--, Lucas a propósito narra sólo tres (incluido el Pentecostés) que mencionan el hablar con otras lenguas. La segunda oportunidad, narrada en el capítulo 10, sucedió unos años después del Pentecostés, en Cesarea, capital de la provincia romana en la costa de Palestina. Allí, el Espíritu sorpresivamente “cayó sobre” (10:44; epipipto) un público gentil en casa de Cornelio, un centurión romano, a donde Pedro, no de tan buena gana, fue como misionero. Es de comprender que los acompañantes judíos de Pedro “quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (vv. 45,46). Pedro concluye: “han recibido el Espíritu Santo también como nosotros” (v. 47). Sin duda, en este caso, el hablar en lenguas es una señal decisiva del bautismo con el Espíritu.

Lucas también refiere el informe de Pedro a los dirigentes de la iglesia en Jerusalén que se mostraron dudosos de su acercamiento a los gentiles. “Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros” (Hechos 11:16,17). Aunque los creyentes judíos, en este punto apenas pueden creerlo y aceptarlo, Pedro atestigua que Dios soberanamente bautiza aun a los gentiles con el Espíritu Santo, como lo indica el mismo fenómeno profético de “hablar en lenguas y alabar a Dios” experimentado en Pentecostés y, supuestamente, frecuentemente después de ese día.

El tercer ejemplo del bautismo con el Espíritu se halla en la narrativa del ministerio de Pablo a “algunos discípulos (mathetes)” con quienes él se encontró en Éfeso. Ellos, lo mismo que Apolos en Hechos 18, tienen cierta relación con el movimiento inspirado por Juan el Bautista y han sido bautizados en ese movimiento (19:1–5). Al observar que faltaba algo en su formación espiritual, Pablo inquirió: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando [después de que] creísteis?” (v. 2). Al recibir una respuesta negativa, Pablo les da más instrucción y después los re-bautiza “en el nombre del Señor Jesús” (v. 5). En este punto, a no ser antes (en Hechos, “discípulos” siempre implica creyentes), Pablo los considera auténticos creyentes. Después de su bautismo en agua, “habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (v. 6). Esta narrativa está llena de preguntas intrigantes; pero en todo caso Lucas ha provisto un tercer ejemplo instructivo del bautismo del Espíritu Santo en que los creyentes después de la conversión experimentan una abrumadora visitación del Espíritu, atestiguada por el hablar en lenguas, que proféticamente acelera su testimonio.

Al reflexionar en estos tres textos, Donald Johns comenta: “Es una técnica común y mundial que al contar historias se haga en grupos de tres: tres veces debe ser suficiente para contar cualquier cosa. El efecto paradigmático de estas historias debe llevarnos a esperar las mismas cosas en nuestra propia experiencia del Espíritu.”7

La terminología de Lucas

A pesar de la estructura y el contenido de estas narrativas, los protestantes a menudo insisten en que el bautismo en el Espíritu Santo es el nuevo nacimiento, el momento en que el Espíritu Santo espiritualmente regenera a la persona y la incorpora en la comunidad de fe por el bautismo en agua (muchas veces denominado hoy como “conversión o iniciación”8 ). El relato de Lucas no apoya este entendimiento y un más centrado estudio de sus términos en este contexto lo hacen aun más claro.

“Bautizados con el Espíritu.” Lucas usa la frase “bautizados con el Espíritu Santo” sólo dos veces en Hechos (1:5; 11:15,16). Como hemos visto, la introducción de Lucas en el capítulo 1 asocia el prometido bautismo con el Espíritu con poder para testificar. El relato de Lucas acerca de la venida del Espíritu en el día de Pentecostés (2:4) asimismo se centra exclusivamente en la dotación de poder profético. Pedro usa la frase con referencia a la experiencia de Cornelio (11:16) para enfocar que el poder profético fue otorgado a los gentiles mediante el hablar en lenguas y alabar a Dios. Aunque estos contextos siempre suponen que ya se ha creído en Cristo, no hay asociación textual de la frase que implique la regeneración como obra del Espíritu.

“Llenos del Espíritu.” Como Lucas muestra en Hechos 2:4, “bautizados con el Espíritu” puede también denominarse “llenos del Espíritu”, su término preferido. Sin embargo, “llenos del Espíritu” es un poco más genérico y puede ser usado también para describir visitaciones especiales del Espíritu después de un inicial bautismo con el Espíritu. Lucas muestra que Pedro (4:8), los creyentes reunidos (4:31), y Pablo (13:9) han experimentado subsecuentes “llenuras” del Espíritu para ministerio en tiempo de crisis. Pero Lucas no usa “lleno con el Espíritu” para referirse al nuevo nacimiento; siempre denota una poderosa llenura de poder profético para ser testigos (cf. Lucas 1:15,41,67; Hechos 13:52).9

Pablo usa esta frase en manera similar que Lucas. Cuando Pablo insta (presente imperativo), “sed llenos [pleroo más bien que el pimplemi de Lucas] del Espíritu” (Efesios 5:18ss.), describe el efecto como una experiencia repetitiva que incluye tanto adoración personal e himnología carismática para edificación de la comunidad, y también para inspirar conducta ética.10

Otros términos. La llegada del Espíritu a los creyentes primitivos fue un acontecimiento visible para el cual Lucas empleó un vívido y variado vocabulario parecido al que usa la Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento) para describir las experiencias de los líderes del Antiguo Testamento cuando vino sobre ellos el Espíritu Santo para ministerio profético y otras funciones de liderazgo.11 Al hablar de las experiencias en la casa de Cornelio, Lucas dos veces usa la palabra “cayó (epipipto; 10:44, 11:15)” al referirse al Espíritu Santo que vino sobre los creyentes. Lucas usa “recibir (lambano)” el Espíritu Santo en referencia a los de Cesarea y también a los de Éfeso (10:47; 19:2). El Espíritu Santo fue “derramado (ekcheo)” sobre los de Cesarea (10:45) y también “vino sobre (erchomai [variante de epipipto])” los efesios (19:6). Estos términos no se refieren a la regeneración; son expresiones de poder carismático.

Lenguaje de conversión que usa Lucas. Lucas usa el vocabulario común de la iglesia primitiva que para él, por lo menos, distinga la conversión del bautismo con el Espíritu. La descripción más común que usa Lucas en Hechos de la conversión es “creer [en Cristo]”. Por ejemplo: “Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron (pisteuo); y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:4); “todos los que en él creyeren (pisteuo), recibirán perdón de pecados por su nombre” (10:43); “Cree (pisteuo) en el Señor Jesucristo, y serás salvo… y [el carcelero de Filipos] se regocijó con toda su casa de haber creído (pisteuo) a Dios” (cf. 16:31,34; cf. 5:14; 8:12,13; 9:42; 10:43; 11:21; 13:12,48; 14:1; 17:12,34; 18:8,27, et al.). Lucas también usa otros términos para describir la salvación; por ejemplo, “recibido la palabra de Dios” (8:14; 11:1); “creyó y se convirtió al Señor” (11:21); “arrepentimiento y… fe” (20:21); “se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios” (26:20).

Parece evidente que Lucas a propósito distingue entre la conversión y el bautismo en el Espíritu o ser lleno con el Espíritu.

Un bautismo; muchas llenuras

El hecho de que varias veces después del día de Pentecostés los creyentes que ya habían sido llenos o bautizados con el Espíritu son nuevamente “llenos con el Espíritu”, lleva a algunos a preguntarse si el bautismo con el Espíritu es subsecuente a la regeneración. Pedro fue lleno (bautizado) con el Espíritu en el día de Pentecostés. Pero cuando fue acusado de predicar acerca de Jesús y hacer sanidad en su nombre, nuevamente fue “lleno con el Espíritu Santo” para responder a sus acusadores (Hechos 4:1–21). En respuesta a todavía más intimidación, cuando Pedro y Juan se reunieron para orar con los creyentes, “el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (4:31–33). Poco tiempo después, Pablo que ya había sido “lleno con el Espíritu Santo” por la imposición de manos de Ananías (9:17), una vez más fue “lleno con el Espíritu Santo” para reprender al mago Elimas (13:10).

Es importante observar que Lucas no define a estas subsecuentes llenuras como “bautismo en el Espíritu Santo”. Además, cada una de estas “llenuras” con el Espíritu es una ocasión de inspiración profética que capacita a los creyentes a testificar sabiamente, poderosamente, y efectivamente de su Señor resucitado, en distintas oportunidades, muchas de ellas bajo peligros. Ninguna de ellas es una experiencia de conversión.

Los pentecostales por mucho tiempo han reconocido que Lucas presenta una decisiva venida del Espíritu en poder después de la conversión que debidamente es el bautismo del Espíritu Santo. También podemos referirnos a este acontecimiento como “ser lleno del Espíritu”. Pero en ningún caso Lucas describe una repetida “llenura” del Espíritu como “bautismo con el Espíritu”. Después del inicial bautismo con el Espíritu o llenura del Espíritu, éste sigue su obra periódicamente y sobrenaturalmente, a menudo repetitivamente, en distintas circunstancias. Los pentecostales, conforme a la exhortación de Pablo en Efesios 5:18–21, explican y animan este fenómeno con esta consigna: “Un bautismo; muchas llenuras.”

El bautismo en el EspÍritu Santo como acontecimiento subsecuente

Si Lucas no comprendió el “bautismo con el Espíritu” como la regeneración, es aparente que el bautismo con el Espíritu de alguna manera se distingue de la regeneración por el Espíritu.

Los clásicos pentecostales muchas veces enseñaban que cuando Jesús sopló (emphysao) con el Espíritu sobre los diez apóstoles (¿y otros creyentes presentes allí?) en su primer encuentro con ellos después de la resurrección (Juan 20:21–23), en ese momento “nacieron de nuevo” (Juan 3:5), o, en lenguaje paulino, fueron “regenerados” (Tito 3:5). Más recientemente los eruditos bíblicos tienen una ampliada comprensión del poder vivificador explícito en el uso de emphysao (cf. Génesis 2:7; Ezequiel 37:9) en el Antiguo Testamento y consideran este acontecimiento como el anticipado clímax de la enseñanza de Jesús en el Evangelio según Juan acerca del vivificador Espíritu.12 De ningún modo es improbable exegéticamente y teológicamente pensar que los apóstoles y (el círculo íntimo de creyentes) “nacieron de nuevo” en esa oportunidad.

Pero sea como sea que juzguemos este pasaje de Juan, parece aparente, no obstante, que la fe en Cristo precedió al bautismo con el Espíritu en la mayoría de los cuidadosamente elaborados relatos en Hechos. El punto de vista pentecostal de subsecuencia tiene una base más amplia.

Los samaritanos de Hechos 8 “creyeron” y fueron “bautizados” después de la predicación de Felipe del “evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo” (vv. 12,13). Pero el Espíritu Santo “aún no había descendido sobre ninguno de ellos hasta que Pedro y Juan llegaron y “les imponían las manos, y [sólo entonces] recibían el Espíritu Santo” (vv. 16,17). Fue un acontecimiento dramático cuando los samaritanos recibieron el Espíritu y generalmente se concibe que incluía el hablar en otras lenguas (aunque Lucas no menciona este detalle). Como el oportunista que era, Simón el mago quedó tan impresionado por lo que vio que quiso comprar el poder para conferir el Espíritu de manera similar y dinámica (vv. 18,19). Por cierto, los líderes en Jerusalén necesitaban ver la soberana iniciativa de Dios en salvar a los despreciados samaritanos. No obstante, tenemos un incontestable caso en que la fe en Cristo y el bautismo con el Espíritu no sucedieron al mismo tiempo.

Una detallada lectura del resto del libro de Hechos señala experiencias similares. Pareciera que Pablo, cegado por la brillante revelación del Cristo resucitado, tuvo su experiencia de salvación en su encuentro con Jesús en el camino a Damasco (9:1–9). Sin embargo, Jesús sobrenaturalmente dirigió a Ananías para que fuera donde Pablo, no para evangelizarlo, sino para que le impusiera las manos y orara por él para que fuera sanado y lleno (pimplemi) con el Espíritu Santo (9:17,18). Como Pablo inmediatamente fue bautizado en agua, el lector por cierto comprende que él fue bautizado en el Espíritu después de haber creído en Cristo, de la misma manera que los primeros creyentes.

El relato de la venida del Espíritu sobre los de la casa de Cornelio (10:24–48) es uno que no muestra una secuencia cronológico entre el momento de la regeneración y del bautismo con el Espíritu (aunque por ser Cornelio un hombre piadoso y con él toda su familia, se los puede considerar desde antes creyentes del nuevo pacto [10:1–7]). Cuando Pedro les estaba predicando, de pronto “el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (v. 44). En un caso como ese, la distinción entre la regeneración y el bautismo con el Espíritu puede ser más teológica que cronológico, pero por cierto no inseparable en un “orden de salvación” teológico. En cualquier caso, este acontecimiento recuerda a los pentecostales que no insistan en una rígida y prolongada separación cronológica entre el nuevo nacimiento y el bautismo con el Espíritu.

Sólo de vez en cuando Lucas conecta cercanamente las experiencias de creer en Cristo y recibir el bautismo del Espíritu. Pero, de lo que pasó en Antioquía de Pisidia, él escribe: “Los gentiles… se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (13:48), lo cual muy pronto es seguido por: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (13:52). En el contexto de la más amplia narrativa de Lucas, tal incidente muy bien puede sugerir una experiencia del Espíritu subsecuente a la conversión.

Encontramos más ejemplos del bautismo con el Espíritu después de la regeneración en los relatos conectados acerca de Apolos y otros discípulos de Juan el Bautista (Hechos 18:24 a 19:7). Apolos, que llegó de Alejandría a Éfeso, ya era “poderoso en las Escrituras” y “había sido instruido en el camino del Señor”. Además, “hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan” (18:24,25). Lucas informa: “Cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (v. 26). Parece probable, especialmente cuando se estudia el vínculo de este incidente con el que sigue, acerca de los otros discípulos del Bautista, que Apolos también recibió en esa ocasión el bautismo con el Espíritu.

Referente al encuentro de Pablo con los antiguos discípulos del Bautista, tanto la gramática como la secuencia cronológico de esta narrativa muestra que el bautismo con el Espíritu siguió a su confesión de fe en Cristo, sea que hubiera sucedido en los círculos del Bautista o cuando fue presentado por Pablo (Hechos 19:1–7).

Lo que aquí queremos señalar es que Lucas presenta el bautismo del Espíritu o la llenura con el Espíritu como una experiencia subsecuente a la conversión. Ambas pueden suceder con muy poco intervalo o pueden distar en tiempo. Hay tanto una diferenciación teológica y (a menudo) también cronológica entre ambos acontecimientos.

Las lenguas como señal

El hablar en otras lenguas es un aspecto más amplio y mucho más cuidadosamente integrado en la narrativa de Lucas que lo que generalmente se reconoce.

La experiencia de las lenguas es, entre otras cosas, una importante señal del bautismo con el Espíritu. Esto es claro por la precisa inclusión de Lucas en su narrativa del criterio preliminar de los compañeros de Pedro que juzgaron la autenticidad de la venida del Espíritu en casa de Cornelio: “Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios” (10:46).

Cuidadosamente Lucas muestra que Pedro, en su inspirada profecía el día de Pentecostés, conecta las espontáneas lenguas de los discípulos con la promesa de Joel del Espíritu, e implícitamente con la larga historia del Antiguo Testamento de testimonio público de la venida del Espíritu. Cuando Dios puso su Espíritu en los setenta ancianos, ellos profetizaron (Números 11:25). Cuando “el Espíritu de Dios vino sobre él [Saúl] con poder… profetizó” (1 Samuel 10:9,10). Cuando Samuel ungió a David, “el Espíritu de Jehová vino sobre David”, obviamente de alguna manera visible (1 Samuel 16:13). En sus años maduros, David abiertamente se identificó como profeta (2 Samuel 23:1,2; cf. Hechos 2:30).

Los teólogos regularmente han visto la pertinencia de las lenguas con la proclamación universal del evangelio en Pentecostés, con gente presente “de todas las naciones bajo el cielo”, atentos a los creyentes que milagrosamente les hablaban en su lengua nativa (Hechos 2:5). Los teólogos bíblicos, justificadamente, a menudo consideran el Pentecostés como inversión de Babel (Génesis 11:1–9), en que el Espíritu dirige una oferta universal de salvación a toda la humanidad. En Babel, Dios confundió la única lengua de la humanidad y los esparció por todo el mundo hasta la consumación de sus propósitos en el Señor Jesucristo. AHORA, en la llegada del Espíritu, una multiplicidad de lenguas señala su universal oferta de salvación en Cristo.

Muy cuidadosamente Lucas organizó su narrativa, con tres informes específicos acerca del bautismo con el Espíritu, en que se habló en otras lenguas dentro del contexto histórico más amplio de la salvación, lo cual por cierto apoya la tradicional fe pentecostal de que el hablar en otras lenguas es la señal inicial, o la evidencia, del bautismo en el Espíritu Santo.

Finalmente, la contribución singular de Lucas a la doctrina del Espíritu Santo señala la función del Espíritu en otorgar poder a los creyentes para que vivan, obren, y hablen; y por tanto, sean testigos verbales de tal manera que facilite la misión de la iglesia del Señor Jesucristo.

Fuente: http://ag.org/enrichmentjournal_sp/201002/201002_112_Bapt_Holy_Spirt.cfm

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