lunes, 15 de noviembre de 2010

Libremos nuestras batallas de rodillas

PASAJE CLAVE: Mateo 26.36-40 LECTURAS DE APOYO: 1 Reyes 19.15-19 Salmo 47.8 Isaías 40.31 Daniel 6.10 Hechos 1.8
Romanos 8.28, 37 Filipenses 2.8 Hebreos 5.7

Las batallas que confrontamos

Es innegable que todos confrontamos batallas que consisten en luchas de distinta índole.
Algunas de ellas son externas, como las de nuestras finanzas, nuestro trabajo o nuestra salud. Otras son luchas con enemigos internos como el enojo, el rencor o nuestra incapacidad. Todo eso surte efectos adversos en nuestra relación personal con Dios, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo podemos ganarlas? Aunque no nos demos cuenta de lo que representan, ellas son parte de la guerra espiritual que confrontamos, por lo que debemos estar firmes en nuestras convicciones, renovar nuestra mente y resistir al diablo y sus embates. ¿Cómo es posible lograrlo? Siguiendo el principio de vida que dice: Libremos nuestras batallas de rodillas y siempre obtendremos la victoria.

Implicaciones de este principio

¿Qué quiere decir? Simplemente que tenemos el privilegio de acercarnos a Dios para presentarle nuestras peticiones como las percibamos en esos momentos. En lugar de hacer una oración rápida antes de salir cada mañana o en la noche poco antes de dormir, debemos invertir tiempo buscando el rostro del Señor y escuchando su respuesta. Surgen, entonces dos preguntas: ¿Por qué debemos librarlas de rodillas? ¿Cómo lo hacemos? El Señor Jesús es el modelo perfecto de esto. En Mateo 26.36-39 vemos que la noche anterior a su crucifixión Él sabía lo que le esperaba y que en el Huerto de Getsemaní “comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera” (v. 37) delante de tres de sus discípulos; que “se postró sobre su rostro, orando y diciendo: ‘Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú’” (v. 39). Pero no era que se rehusara a hacerlo, pues lo sabía desde mucho antes y ahora estaba dispuesto a hacerse “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2.8), sino que, sabiendo que en la cruz estaría separado de su Padre—aunque por poco tiempo—preguntaba si podría hacerlo de otra manera. Esa fue la lucha que Él libró contra Satanás y la ganó de rodillas clamando al Padre. (He 5.7)

Las razones

¿Por qué debemos librar nuestras batallas de rodillas? En primer lugar, porque es el modelo
bíblico. Por ejemplo, ante las amenazas del rey de Asiria, el rey Ezequías oró (1 R 19.15-19).
También Daniel oró aunque sabía que si no obedecía el decreto del rey de Babilonia, sería
echado en el foso de los leones (Dn 6.10). En segundo, al involucrar en nuestras batallas
al Soberano del universo (Sal 47.8). Él es omnipotente, es decir, todopoderoso; omnisciente,
pues todo lo sabe; y omnipresente, pues está en todas partes. Nadie en la tierra puede ayudarnos como Él. Dios actúa a favor de los que pasan tiempo en oración y confían en Él.

En tercero, tenemos la dirección del Espíritu Santo. Antes del Pentecostés, los apóstoles no estaban listos para predicar el evangelio, aunque habían andado con el Señor durante tres años. Pero antes de regresar triunfante al cielo Él les dijo que no estaban listos para librar las batallas que confrontarían, por lo que deberían quedarse en Jerusalén hasta que fueran revestidos con el poder del Espíritu Santo. Él mora en quienes han creído en Cristo como su salvador y reconocido que para librar toda batalla necesitan el poder del Espíritu de Dios.

Los resultados

¿Qué podemos esperar si libramos nuestras batallas de rodillas?

_ Tendremos consuelo, seguridad y confianza. No hay nada más poderoso que tener de nuestro lado al Creador del universo.

_ Él nos alentará, pues tendremos una percepción más clara de lo que sucede y veremos las cosas desde el punto de vista de Dios.

_ Al esperar en Él tendremos la promesa inigualable de su presencia, de su poder y su intervención personal en nuestros conflictos. Él ha prometido suplir lo que necesiten todos los que confían en Él (Is 40.31).

El proceso

¿Cómo podemos librar nuestras batallas de rodillas?

_ Dispongamos pasar tiempo a solas con Dios. Busquemos un lugar apartado y entreguémonos al único que es capaz de ayudarnos en todo momento.

_ Escuchemos en silencio y esperemos que Dios nos hable. El Señor desea conversar con cada uno de sus hijos, pero jamás llegaremos a conocerlo mejor a menos que estemos dispuestos a escuchar su voz.

_ Debe haber arrepentimiento genuino. Si Él nos señala algo es porque lo considera muy importante e insistirá en que lo confrontemos hasta que lo resolvamos. Esto sucederá solo si nosotros mostramos estar genuinamente arrepentidos.

_ Debe haber sumisión total. Es un factor clave, pues Él no continuará sino hasta que nosotros nos despojemos del peso del pecado que nos asedia (He 12.1) y le obedezcamos incondicionalmente.

_ Solamente puede haber un general. Expresemos libremente nuestros deseos, pero no esperemos que obedezca nuestras órdenes. Al obedecer sus disposiciones, Él intervendrá a nuestro favor con su poder sobrenatural y su amor inefable.

_ Debemos ver todo como que proviene de Dios. Una de las lecciones más importantes que el Padre celestial quiere enseñarnos es que toda adversidad que surja Él no solo la permite sino que la utiliza para nuestra edificación. Esta verdad nos ayudará a eliminar toda amargura, resentimiento y hostilidad con los que nos hayan herido o perjudicado. Romanos 8.28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. En una batalla quizá nosotros perdamos dinero, prestigio o control sobre la situación, pero si la lucha nos lleva al punto de rendirnos totalmente al Señor, seremos “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (v.37).

Hoy mismo diríjase al Padre celestial en oración y dígale: “Señor, yo sé que no quieres que haya nada en mi vida que te desagrade. Entrego en tus manos esta batalla y confío en que tú la cambiarás para mi bien de la mejor manera y en el momento acertado”. Si luchamos de rodillas no perderemos ni una batalla. Postrémonos ante Dios, entreguémosle nuestros problemas y obtendremos la victoria.


Fuente: http://encontacto.org/portals/1/Documents/SLPN090927LibremosFinal.pdf

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